EL SER HUMANO Y EL RIO

Hay temas para empezar a contar la interacción que ha mantenido y mantiene el ser humano con el Río Cinca; pero queremos empezar por aquellas personas que realizaban un verdadero pulso de vida con el río, LOS NABATEROS

LAS NABATAS


En el Cinca, el transporte por el río se centró en la madera, material valioso en la tierra llana deforestada, utilizado en su mayor parte para la construcción (vigas).
Con el fin de transportar la madera (principalmente de “pino royo” y abeto), se armaban los troncos en unas barcazas o almadías llamadas nabatas, construidas y pilotadas por nabateros, hombres de la montaña duros y valientes.

El proceso empezaba, como nos cuenta Severino Pallaruelo en su libro monográfico, con la corta de árboles en el bosque, seguida del tiro con mulas y del amontonamiento de los troncos cerca de los cursos fluviales al pie de la “tiradera”. La madera recogida junto a los afluentes de la cabecera del Cinca (Barrosa, Cinqueta, Irués, Yaga, Bellos) se barranquiaba.

Los barranquiadors (eran famosos los de Salinas, y casi ninguno sabía nadar, como los nabateros) dirigían -desde la orilla, con largas pértigas rematadas por ganchas de hierro- los troncos sueltos hasta juntarlos en las cercanías de Laspuña, Escalona o Puyarruego. Era una actividad arriesgada por lo irregular de la topografía y, a veces, se producían accidentes. Para hacernos una idea del volumen de madera barranquiada, entre 1947 y 1948, los de Puyarruego y Belsierre bajaron desde Nerín 963 m3 de madera, unos 3.000 troncos. En las últimas barranquiadas, en 1949, el jornal era de 20 pesetas.

En los tramos inferiores del Cinca (Mipanas, Secastilla), con menos arbolado, se bajaban barranquiando troncos más pequeños de pino “nasarro” o “blanco”, que no daban para construir nabatas. Por el Vero, hasta Barbastro, se bajaban por este método troncos de chopo.

El viaje se llevaba a cabo preferentemente durante los mayencos: crecidas del río en mayo-junio producidas por el deshielo en las cumbres. Solía hacerse en 7 jornadas, aunque podía durar hasta 10 ó 12.
El paso más difícil y peligroso era el Entremón de Mediano, encajonado entre altos acantilados y con remolinos traicioneros; allí, en el túnel por donde se desviaba el río mientras se construía la presa, se ahogó, en 1943, el último nabatero que perdió la vida en aguas del Cinca. Después de pasar otro estrechamiento en Torreciudad, avistaban El Grado donde, según cuenta, a las mujeres que estaban lavando ropa en las leneras les preguntaban “¿venden peines?” (pues tenían fama de greñudas) y ellas se enfadaban mucho. Comían después los nabateros en el mesón de Enate y después de una intensa jornada llegaban hasta Monzón.
Las siguientes etapas los llevaban primero a Fraga, donde vendían maderos, y después a Mequinenza, ya en el Ebro; desde allí algunos se volvían para casa. El cuarto día llegaban a Fayón y el quinto a Flix, donde perdían tiempo atravesando las esclusas.
Entre Flix y Mora se cruzaban con barcas que transportaban carbón y, por fin, el séptimo día, tras navegar de noche para evitar el viento desfavorable, llegaban a Tortosa, cerca de la desembocadura del Ebro. Vendían los troncos e iniciaban el regreso.

Las nabatas se construían en las planchas, gleras llanas junto al Cinca, picando los extremos de los troncos dándoles una forma redondeada, para que no se atascaran con las piedras del río. Luego, los maderos se unían entre sí y a los barreros (troncos delgados y ramas de “cajigo”), con berdugos, que son los tallos y ramas flexibles del berdugué o sarga (Salix elaeagnos), un mimbre abundante en las riberas.
El trabajo era intenso: 18 nabateros tardaban 4 días en preparar 6 nabatas


 
Nabata construida en el CEIM PINZANA en junio de 2010 por los Nabateros de la Espuña, con Mariano el Nabatero más antiguo al frente. Nuestro agradecimiento.

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